Reconstrucción es cuestión de tiempo
Desempolvar la máquina de escribir, los objetos olvidados, empezar un huerto en el patio y adoptar una gatita que llegó a casa.
Alejandra España encontró en el último año un reordenamiento de su espacio interior y exterior. Nuevas obras se empezaron a planear, a trabajar, regresó a su vida el qigong y nuevos amigos se unieron al camino.
“Empecé a convivir con el espacio y sí, tuve unos meses en donde me volqué en mi máquina de escribir y en mi pequeño huerto, al principio encontré mucha paz. Empecé a salir, a hacer mucha cerámica, vajilla, y ese tiempo durante el Taller estuve trabajando unas obras abstractas y unas piezas que son unos Tótems”.
En lo emocional, los momentos difíciles se permeaban en sus obras. Pasaba por la separación de su pareja y escarbaba su tristeza a la que en el título de algunas obras le enviaba un mensaje: Horizontes diferidos, Túnel y Vislumbre, Lejana cercanía, que son muestras individuales de tapiz y técnica mixta sobre madera.
Pero las ganas de estar bien, siempre fue su búsqueda constante, la fe se expresaba también. En septiembre de 2020, apuntó en una foto de un colibrí lleno de colores, sin vida: “Vida, amor, muerte y resurrección. Solo es cuestión de tiempo”.
Alejandra, en su proceso emocional, pudo conocer que la depresión se empujaba de una fuente involuntaria.
“Fue muy fuerte, me sentía muy mal y no sabía muy bien por qué y me diagnosticaron hipotiroidismo, entonces, empecé a tomar un tratamiento y ahora estoy mucho mejor”.
Ante los momentos difíciles encontró actividades que funcionaron como terapia. Un desayuno o sopa con los manjares de su pequeño huerto, los atardeceres en la azotea, el tono de las piezas de cerámica recién salidas del horno. Y encontró la conexión de un arte marcial con la danza butoh: el qigong, una actividad que solo necesita de su cuerpo y energía.
“Es un tipo de danza japonesa que surgió después de la Segunda Guerra Mundial como una respuesta al dolor y muerte.
Fui descubriendo que el qigong y la danza butoh tenían elementos en común. El qigong fue una herramienta que me levantó muchísimo, el maestro estaba dando las clases de forma gratuita como una aportación a la gente que estaba pasándola mal durante la pandemia”.
Los tiempos empezaron a mejorar y cerró el 2020 con el Premio de adquisición de la Bienal Tamayo XIX. Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca. Llegó una Comisión de Cerámica para Tara Westover, autora de memorias, ensayista e historiadora estadounidense.
“Y curiosamente, aunque uno lo duda, en estos tiempos de pandemia en realidad se me abrieron muchas puertas y una de esas fue que me llegó una comisión de cerámica, entonces empecé a ir al taller y ahí también me puse a trabajar durante 5 meses”.
Alejandra siempre se comunicó con el dibujo, la pintura, murales, cerámica, collage y tapiz, y en pandemia un día de su vida no tiene tanta estructura. Al levantarse bebía vinagre con agua para alcalinizar el cuerpo, iniciaba la clase de qigong, seguía la atención a sus plantas, a la máquina y a dedicar tiempo al dibujo. El atardecer lo recibía en la azotea con su manta y un libro.
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¿Cómo te defines después de la pandemia?
"Me defino como una persona más fuerte. Tomé la decisión de no vivir la pandemia con tanto miedo y con todas las precauciones y credibilidad de la ciencia. Conocí a muchas personas en el taller de cerámica y se empezó a armar una pequeña comunidad. Conocí una persona que me ayuda a entender las cosas de una forma diferente y a veces siento que nos limitamos demasiado por lo que escuchamos. Retomé cosas que se habían quedado en pausa para resolver otros problemas y es justo cuando no tienes prisa cuando se empiezan a generar más ideas".
Valentía femenina ante la diversidad.
Alejandra España admira a las mujeres valientes. La principal en su vida: Guillermina Natera Rey, su madre, a quien define como su gran pilar y ejemplo para lograr sus metas ya que se superó pese a carecer del apoyo de su familia.
“Mi mamá es un gran ejemplo de vida, vivió en Sonora; en su niñez, su hermano mayor le decía que nunca iría a la Universidad. Eso a mi mamá no le importó y siempre siguió su inquietud por la cultura. Escuchaba la radio, porque no había libros en su casa. Ella sabía que su destino no era ser lavandera, cocinera o costurera”.
Al padre de Guillermina le ofrecieron trabajo en la Ciudad de México o la llamada “capital”. Ella se creó la oportunidad, rompió paradigmas, se forjó y fue a la Universidad. Actualmente es psicóloga con especialidad en Salud Mental y trabaja en el Instituto Nacional de Psiquiatría; incluso, ganó un premio de la Organización Mundial de la Salud.
“No puedo dejar de decir que he sido muy afortunada porque he tenido siempre el apoyo de mi familia para dedicarme a las artes, sobre todo de mi mamá, porque mi papá falleció cuando yo tenía 9 años”.
Las mujeres Natera tienen en el ADN la capacidad de cuestionar desde sus propios ámbitos (el arte y la psicología): ¿cómo el ser humano se vincula con el entorno, los objetos y cómo estos se vuelven herramientas proyectivas de conocimiento?
“Ella trata a los pacientes con adicciones y lo aborda de una manera diferente: tratando a la familia. A veces ponemos el ojo en el paciente que está mal y es mejor preguntarse '¿cómo abordas lo que está alrededor?'”.
Las amigas de Guillermina son también una influencia positiva en la vida de Alejandra. Una de ellas es Beatriz Barros Horcasitas, ex directora de Radio UNAM, cronista y por herencia familiar profundamente ligada a la Universidad. Su abuelo fue el escritor Justo Sierra, uno de los forjadores del México moderno y fundador de la Universidad Nacional de México en 1910.
Con el libro de memorias: Pese a Todo, publicado en el 2020, la escritora deja en crónica memorias sobre la valentía de su madre y abuela para tocar temas que cimbran al cambio social de idiosincrasia en México: aborto y relaciones entre parejas con diferentes características y lucha contra el machismo.
“Leer sus memorias fue tan inspirador, aunque son partes muy oscuras. Ella fue una gran inspiración, también mis maestras de la escuela, porque tenemos un diálogo transparente sobre nuestro trabajo”.
Alejandra recuerda que desde que inició sus estudios en Barcelona (2002) se enfrentó a comentarios sobre las limitaciones que debía tomar su rumbo, porque le gustaban muchas áreas: la fotografía, el dibujo, la pintura, la escultura, la cerámica.
“Siempre estaba bordeando entre lo multidisciplinario y fui criticada por muchos maestros por hacer esto. Me decían que me tenía que especializar y no podía estar brincando de una cosa a otra. Finalmente, mis series funcionaban así, era mi ruta de pensamiento, inquietud”
Alejandra tiene una biografía de creaciones incesante desde 1997, año en el que entre sus primeros pasos está: “¡Cámara! Ciudad de México. Monumentos de una nueva generación. Catálogo de la exposición para el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes”.
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¿Qué hace falta para que la agenda cultural de México pueda platicar con otras áreas y tocar temas de igualdad de género?
“Dar visibilidad a la historia de las mujeres y su participación en el país. Todo ha sido un sistema patriarcal. Me gusta escuchar Violeta Radio desde hace más de un año, es la primera radio feminista y una súper iniciativa. También prestar más atención a la infancia, porque uno siempre regresa a eso que lo marcó. La cultura debería aportar mucho a la temprana infancia, es cuando más sensibles estamos, cuando más abiertos estamos. Hoy hablamos de todas las tecnologías, pero no hay que dejar la literatura y hasta los libros en las escuelas públicas. Los libros en mi infancia son un lugar donde se nutre la Alejandra del presente”.