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Filosofía y espiritualidad, la nueva conexión.

Tranquilidad es la atmósfera de Ana Gabriela Fernández en su día a día, durante la pandemia.

El confinamiento la motivó a reflexionar sobre su impaciencia y obsesión. 

“La mayoría de las y los artistas somos obsesivas y desesperadas. Soy una persona impaciente y a veces no es así, hay que dejar que las cosas pasen”. 

Levantarse antes de las 6:00 am, el silencio, estudiar el piano y sentirse libre en su propio espacio organizado a su gusto, han sido parte de sus fortalezas de vida. El encierro obligado fue incluso una razón para valorarlo más. 

“Ser pianista es muy solitario, no me gusta que me molesten cuando quiero concentrarme y así ha sido toda mi vida. No estaba preparada para un confinamiento total, claro, pues solía salir a librerías, al cine, al café, pero la pandemia es algo que vino y tenemos que seguir y solucionar de la manera menos dramática posible”.  

Frenar, parar los viajes, los conciertos y más horas en casa no significaron menos trabajo, pero sí ganó espacio para enfocarse a mayor profundidad en tres actividades: el yoga, la docencia y más lectura. 

“Un día de pandemia ha sido levantarme temprano, siempre he sido muy madrugadora, caminar en las calles de Coyoacán, regresar, estudiar toda la mañana el instrumento, en las tardes dar clases y en la noche leer, ver una película o avanzar la tesis de Doctorado. A veces, me volaba turnos de comida por la cantidad de trabajo que tenía”.  

El yoga es más que una actividad religiosa; lo practica cuatro días a la semana. Se volvió necesario para crear conexión entre la música, la respiración y la conciencia física con los movimientos en la interpretación. 

“Cuando estudias piano, no se habla mucho de la conciencia que debe tener el intérprete físicamente en su cuerpo, sus movimientos”. 

El cambio radical de una vida a "outdoors" la llevó a acercarse más a la enseñanza, con sensibilidad y fortaleciendo la interrelación. Sus alumnos han sido un espejo de cuando ella era aprendiz.  

“Me dan mucha retroalimentación. Recuerdo cuando a veces no entendía a mi maestro, ahora me veo en ellos”.  

Otro elemento que llegó a su vida fue el acercamiento con la divinidad, no de alguna religión, sino de la literatura y la filosofía oriental. La filosofía y la música al unísono.  

“Descubrí a Roland Barthes, leí ‘Fragmentos de un discurso amoroso’, 'Mitologías’. Siento amor por la literatura y la poesía. Tuve el tiempo de detenerme más en otras manifestaciones artísticas”.  

Cuando la pandemia quede atrás, a Ana Gabriela se le podrá ver caminando en las calles de Coyoacán, corriendo en el parque Viveros o tomando un desayuno en un Café.  

“Afortunadamente he crecido como artista y persona en la pandemia”. 

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Piano, amor con fortaleza femenina.

La Habana, Cuba. 1998.  

–No quiero tocar Mozart. 

–Tienes que tocarlo porque tiene los elementos necesarios para continuar desarrollándote. Aunque no te guste, porque te va a ayudar a mejorar.  

 

Resistencia a una edad de 8 años, ganas de salir a jugar como otros niños y no dedicar tantas horas a estudiar un instrumento. Ana Victoria Casanova fue la primera mujer en colocar la pieza del amor por la música en la vida de su hija, Ana Gabriela Fernández. 

“Ahora amo a Mozart. Es impresionante, difícil, es importante que todos los pianistas abordemos algo de él. Antes no entendía la importancia del compromiso, hasta años más tarde. Ahora se lo agradezco a mi mamá, cuenta Ana Gabriela, sonriendo, a Xacara.  

Han pasado 30 años y desde hace ocho reside en México. 

Su trayectoria se ha forjado con innumerables reconocimientos: Diploma de oro, menciones honoríficas, un Máster en Interpretación musical de la UNAM. Actualmente, sigue perfeccionándose en el piano, al estudiar el Doctorado en Interpretación, en la Facultad de Música de la UNAM. 

Se necesita de una gran fortaleza mental en la niñez para debutar a los 7 años y presentarse a los 11 con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. 

“A lo largo del camino, mi mamá estaba para cuidarme de lo que me pudiera pasar. Había muchos obstáculos, errores, gente no tan buena dentro del medio. No es que me fueran a violentar, pero el medio artístico es opresivo, de cierta manera”.  

Ana Gabriela es una mujer tenaz y se sabe afortunada por los cimientos que marcó su madre, quien vive en Cuba y es profesora del Conservatorio Amadeo Roldán y el Instituto Superior de Arte.

Gracias a ella goza de una habilidad innata y forjada en la lectura a primera vista, con ello, puede aprender y memorizar grandes repertorios y piezas. 

“Leer a primera vista es algo que me enseñó desde los 6 años. Eso me marcó, así como la tenacidad”. 

En el camino, apareció otro nombre que definió su camino en la música: Martha Argerich. El primer encuentro con ella fue a través de una pantalla a los 10 años de edad, en la sala del Conservatorio Amadeo Roldán. La pianista argentina aparecía con un vestido rojo, su melena negra y con una gran fortaleza al interpretar. 

“Una mujer tocando. ¡Wow! ¡Impresionante! Fue impactante para mi ver la fortaleza que transmitía aún mediante un video. Ahí dije ‘quiero encontrar mi voz propia como intérprete, quiero aprender a comunicarme como lo hace ella’. Hoy, cuando tengo un mal día, la escucho”.  

Precisamente, la fuerza física es uno de los elementos que Ana menciona como diferenciador en las pianistas en su condición de mujer, que compiten en un ámbito dominado por los hombres.  

“Primero, no sólo se necesita fuerza mental, también la física, que la he ido desarrollando. Las oportunidades como solista no son tan frecuentes en México o Cuba para las mujeres. Te enfrentas al director, que por lo general es hombre. Es triste, incluso que las mujeres, dentro del medio o de otros instrumentos, guarden mala vibra. Y luego la afrenta al público”. 

  • ¿Qué haces para promover el respeto y presencia de las mujeres en tu arte?  

“Todas las artes están relacionadas, busco colaborar no solo en la música, sino con escritoras, artistas plásticas, fotógrafas. Divulgo la música de la música contemporánea mexicana escrita por mujeres. Hay muchas más mujeres artistas de lo que el público conoce.  Ese es mi pensamiento”. 

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